Sinopsis
En 1955 se celebró la primera Documenta de Kassel, y treinta y cuatro años más tarde, en 1989, cayó el muro de Berlín. Se trata de la misma distancia temporal que hoy nos separa de aquel acontecimiento que cambió el signo del entramado geopolítico internacional.
Tanto antes como después de la unificación alemana, las sucesivas ediciones de Documenta han sido esenciales para tomar el pulso a las derivas del arte contemporáneo. Parece buen momento, entonces, para revisar con qué premisas se gestó ese evento, quiénes tuvieron la iniciativa, cómo logró tomar impulso, qué implicaciones financieras lo hicieron posible y de qué manera esos factores se entrecuzaron con la libertad artística. Una labor arqueológica —en el sentido de Foucault: orientada al desvelamiento de las claves que configuran el momento presente— que Mela Dávila Freire emprende visitando múltiples instituciones, desde el Documenta Archiv hasta la Galerie Der Spiegel, el archivo del fabricante de porcelana Rosenthal o el Museo Louisiana de Arte Moderno, en Humlebæk (Dinamarca).
Si toda cultura se define, entre otros aspectos, por aquello que es capaz de retener en su memoria, evitar que los orígenes de Documenta caigan en el olvido es la tarea que recorre Ser arte y parte: Documenta 1955-1968, cuyas líneas hilvanan una historia a la que solo podemos acercarnos de manera fragmentaria, yendo de una nota de prensa a una fotografía con garabatos al dorso, de la imagen de una azafata de vuelo —que ofrece a los pasajeros algo más que un refrigerio— a las actas de una reunión o a un balance contable… Fragmentos dispersos de un mosaico que la autora reúne y presenta aquí para ofrecernos una composición de lugar, dejando que cada lector, más allá de lo expresado en el último capítulo, elabore sus conclusiones.
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