Sinopsis
Una mezcla de espiritualidad, fervor religioso y búsqueda interior, junto a una gran riqueza artística y cultural, conforman los elementos esenciales que han cautivado a millones de peregrinos a lo largo de los siglos en su caminar hacia Santiago de Compostela. Cuenta la tradición que Santiago “el Mayor” predicó la fe cristiana en tierras hispanas y que cuando regresó a Tierra Santa fue ajusticiado y decapitado por Herodes Agripa. Sus discípulos, Teodoro y Atanasio, recogieron sus restos y embarcaron en el puerto de Haifa. Su nave fue llevada milagrosamente hasta Iria Flavia, lugar en el que Santiago había iniciado su prédica. Una vez allí dieron sepultura al cuerpo en el lugar conocido como Arca Marmárica. Así permaneció oculto durante siglos, hasta que a principios del siglo IX el ermitaño Paio informó al obispo de Iria, Teodomiro, de unas extrañas luces y cánticos que provenían del cercano bosque de Libredón. Llegado al lugar, el obispo pudo verificar que se trataba de los restos de Santiago y de sus discípulos. La noticia llegó rápidamente a oídos del rey Alfonso II que no tardó en dar credibilidad al hallazgo y ordenó levantar una primera basílica sobre el mismo sepulcro apostólico. De este modo se inició un flujo de creyentes atraídos por la idea de poder acercarse a las reliquias de un apóstol de Cristo, sobre todo en un momento en el que la cristiandad hispánica sufría la invasión musulmana. El hallazgo se propagó por todas las naciones cristianas y hasta su templo llegaron gentes de las más diversas procedencias y condiciones. La milenaria peregrinación a Santiago reverdece en nuestros días. No es simplemente la constatación de un hecho histórico, verdaderamente asombroso, que a través de los siglos ha tenido una fisonomía peculiar adaptada a su tiempo: aventurera al filo del segundo milenio, caballeresca en la Baja Edad Media, romántica después, etc.; sino que hoy ya en el III Milenio de la Era Cristiana, una multitud de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de cualquier condición social o país, se dirigen cada año hacia Compostela. EL CAMINO FRANCÉS El llamado Camino Francés es el Camino por antonomasia, una ruta de espiritualidad y cultura hasta el corazón de Galicia que hoy sigue siendo la principal ruta peregrina a Compostela. Este itinerario penetra por el Pirineo por dos puntos de gran significado histórico: Santa Cristina en el Summus Portus —Somport— y Santa María de Roncesvalles, junto a Valcarlos, el valle de Carlos de semblanza carolingia en la estribación navarra de la cordillera. Este Camino Francés se afianza en la historia en el siglo X con la alianza del rey pamplonés Sancho Garcés I con la monarquía astur-leonesa y adquirirá con su sucesor, Sancho III el Mayor, un período de esplendor animado por las reformas que en el siglo XI se recogen en la cristiandad merced a la reforma de Cluny, exponente de la impronta gregoriana impulsada por Roma. El Camino de Santiago iba a ser en ese tiempo lo que se ha llamado la calle Mayor de Europa, medio de tránsito de gentes de distintas culturas, lenguas y mentalidades, dotadas de unidad espiritual que fraguaría en un denominador común en el ser, pensar y actuar de los europeos. Esta ruta, dotada de una gran belleza cultural, artística y paisajística, está inscrita, desde 1993, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. También es Itinerario Cultural Europeo, calificación creada por el Consejo de Europa para promover una cultura europea común.
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